martes, 9 de diciembre de 2008

EL BARRIO DE SALAMANCA III

 

-¿De qué se ríe, maestro?

- De lo que has conseguido, chaval.

-¿El qué?

- Has hecho poesía

-¿Ah, si?

- Ja, ja ,ja... ¡pues claro!. No es: "Margarita lloras zumo de limón". Lorca dice:

¡SOLEDAD qué pena tienes!

¡qué pena tan lastimosa!

LLORAS ZUMO DE LIMÓN

agrio de espera y de boca.

 

-Pfff, ¡Joder!. Entonces no sirve nada de todo lo que he pensado...

- NOOOO. ¡Has hecho bien!. Has interpretado. Has asociado lo que tu mente recordaba del verso a tu realidad. A la nuestra. Y lo has asociado de una manera muy poderosa y seductora: Es espléndido, Cipriano. Quizá fuera tu subconsciente el que cambió Margarita por Soledad, porque realmente para lo que tú querías decir, para lo que tú sentías, Margarita es mucho más rico que Soledad.

-Ya, pero qué valor tiene eso...

- No desprecies a tu subconsciente, muchacho. Cómo puedes ver también hace poesía... De eso va el Surrealismo...

- Pero no tiene ningún mérito...

- ¡Qué importa el mérito, Cipriano!, lo que importa es la Poesía. La Poesía no es una excusa para medir talentos. Desde el momento mismo en que el arte se convierte en eso, desviamos la atención de lo que verdaderamente importa. La Poesía se defiende por sí misma. Margarita es muy acertado, y ¿a qué fín no ibas tú a crear a partir de Lorca?. ¡Para eso están los poetas!, ¡Para eso leemos!: para darle vueltas al mundo...

Cipriano cargaba lentamente el fusil mientras escuchaba al maestro y sintió como una ola de ideas le iba absorviendo la mente apoyado en la repetición continua del proceso. Acondicionar el arma, una y otra vez. Un ritual de espera. Un ritual de batalla, al que Cipriano había añadido un condimento desde que había conocido a Lightowler: Le daba vueltas al mundo.



Papá y Adelina le dieron la vuelta a la Plaza de la Concordia. El coche avanzó lentamente por los Campos Eliseos. Aquella colosal avenida estimuló mucho la fantasiosa, casi enferma, mente de Adelina. Bien pensado, París ofrecía buenas posibilidades para una princesa. De hecho llevaba un día y quién se acordaba del Barrio de Salamanca... Bueno, Alcalá por delante del Retiro hasta la Puerta del mismo nombre, le seguía encantando... Ya , y Serrano... Y ...En fin, lo pensaría más tarde,... El coche llegó al Arco de Triunfo (donde Adelina encontró un sitio inmejorable para mangar una buena escalinata) y lo rodeó hasta la llegada a la boca de la Avenida Marceau y se internó lentamente hasta el número 22. La Embajada Española en París, donde trabajaba papá. A Adelina le encantaron las exquisitas maneras del servicio. Una cosa eran tres criadas y otra era ésto: decenas de personas haciendo la corte a su padre y a ella por extensión. Cómo les abrían la puerta del coche, cómo el chófer se dirigía a los dos, y cómo saludaba todo el mundo a papá... Lo acababa de decidir, si había en el mundo una corte para que ella fuera princesa, esa era la embajada, en cuanto se casara le diría a papá que se iba a vivir allí. Con su príncipe. Papá accedería de buen grado, seguro.

 

-¡¿Y el seguro?! 

-¡¡Me cago en la hostia puta!! 

-¿Qué pasa, Malacara?

-¡Fran!, ¡Mingo!, Venid aquí un momento. ¡¡Joder!!. ¡Este fusil es una mierda!, ¿¡Y estas granadas!?. ¿Así nos van a poner ahora de frente a los alemanes?. Esta gente no se entera de nada. ¿pero no han visto los tanques de ayer?

-Hombre, cuando corres delante de ellos vas dándoles la espalda.

- Mira qué granadas… Hemos venido como parte de batallones de trabajo, no para estar en la trinchera enfrente de estos animales, y ahora que se ven impotentes ¿nos hacen ésto?. ¿ y nos dan estas armas?. ¡Hijos de puta!

- tenemos más huevos que ellos mil veces

- ¡Así van a joder a un tanque por mis cojones!, ...  Se lo digo ahora mismo al vagoneta éste, ¡vamos!.. Eh, tú, mon carabiner, ¡Ven pa´acá, tú!, si, mira gabacho, te lo voy a explicar, que no tienes ni puta idea, ni puté ideé: ¿A quién le tirais estas granadas, hijo?. Porque a mí lo único que se me ocurre hacer con esta puta mierda es abrir el suelo para sembrar patatas... ¿Y tu tienes aquí delante una huerta?. NOOoooOo, hijo, No. Aunque en cuanto veas un tanque vayas a cagar mierda como para abonar todo el campo, tu no estás aquí para sembrar rabanitos... y ésto: ¡Ésto es una puta mierda!. ¡pute merde!, ¡mejor os hubieseis gastado el dinero en comprar pañales, que os van a hacer más falta!



¡Qué nos puede hacer más falta ahora que información!, ¡Información!. No tener ni una estimación seria de lo que puede pasar en las próximas semanas... ¡Por Dios, Alemania está invadiendo Francia!. ¡¿Estamos locos?!, ¡¿Cómo podemos no saber nada en la embajada de lo que está pasando?!

-Señor, los alemanes no nos cuentan nada... se lo he exigido varias veces... Como aliados que somos, deberíamos saber... pero...

-¡Pues habrá que buscar otras fuentes!.

- Los franceses lo ven todo controlado, si tienen su puesto de mando aquí en París...

-Confían ciegamente en La Línea Maginot...

- La Gran Alemania no va a atacar Francia para ir a estrellarse contra un muro... No van a intentar nada si no ven posibilidades, tiene que haber algo más, y usted lo sabe.

- Inteligencia dice...

- Ya se lo que dice Inteligencia, que han entrado por Las Ardenas, ¿Y qué más...?

- El informe de los técnicos...

-¡La técnica no sirve para nada...! Bueno, sí, hacen su trabajo, pero... Lo verdaderamente importante son las cabezas pensantes... Nosotros escribimos el guión de la Historia, y usted me viene con los técnicos...

- Señor, es lo único a lo que podemos agarrarnos ahora mismo. Yo le recomiendo que hable con ellos. Son realmente buenos, puede que nos sirva... No pierde nada... Les citaré aquí, hablaremos directamente con ellos... Conocen bien el ejército alemán...

- Pfffff... Está bien,... Está bien, quiero verles lo antes posible.
-


... Lo antes posible, debería escribirles cuanto antes. No se nada de ellos desde hace dos semanas, pero ¿quién puede hacerlo desde aquí?...
-Seguramente estén bien. Además si hubieran muerto o estuvieran heridos se lo habrían notificado... Sus hijos están bien, seguro.
-Eso espero...
- Últimamente pienso mucho en Don Ramón...
- Vaya, ahora estás con las greguerías...
-Bueno, voy y vengo, pienso mucho en todos, Lorca, Machado, ese joven, Miguel Hernández... No se si me gusta hacerlo... Es solo que no puedo evitarlo... Se me quedan en la cabeza sus versos, y les doy vueltas...
- Si supieras lo gratificante que es para un maestro un alumno como tú... Sí, don Ramón, no se qué habrá sido de él. La última vez le vi en su estudio de la calle Velázquez. Fuí a verle con Rubén...
- ¿Ruben?
-Rubén Darío. Nicaragüense. Nunca os he hablado de él en clase, pero un gran poeta también. Maestro de muchos de los que os hablé, Vivía muy cerca, en la calle Serrano, casi enfrente de la casa de Galdós. Y también estaban los Quintero, que vivían en la misma calle Velázquez…
-¿Vivían todos cerca?
- Es posible que ese barrio tenga algo especial, a parte de que es un barrio burgués, y muchos escritores lo son de origen, aunque casi ninguno de ideologia… Frente a la Puerta de Alcalá nació Ortega y Gasset, Cesar Vallejo y Lorca vivieron en la calle Alcalá, donde se cruza con Goya...
- ¿Sabe algo de él?. ¿Cree que podré conocerle algún día?
- No lo sé… Le ví antes de volverse a Granada, estaba muy nervioso, una semana antes de estallar la Guerra hubo un tiroteo frente a su portal, me enseñó una bala en el marco de la puerta… En aquella casa escribió buena parte de su teatro… Espero que en Granada pudiera librarse del horror. También Juan Ramón vivía en el barrio pero más arriba, en la calle Padilla, y también Neruda…
- ¿Ese Rubén, es tan triste como don Ramón?
-¿Triste?. Hombre yo creo que en las greguerías hay mucho humor, Cipriano.
- "Si llegas a conocerte bien, dejarás de saludarte". Yo creo que es muy triste.
- Ja, ja, ja, ¡pero si es espléndida!... Es una de mis favoritas
- Yo pienso eso mismo, es decir creo que si llegara a conocerme más, dejaría de saludarme
- ¡Todo el mundo!, ahí está su grandeza.
- Por eso no estoy seguro de que me guste pensar tanto en todo ésto... Creo que prefiero no pensar, no conocerme. No soy más feliz desde que pienso tanto en todo... Desde que pienso en lo que dicen estos grandes poetas...
- Verás, eso también está en la greguería, o algo más que eso, está implícita la relación entre idiotez y felicidad porque los que creen que se conocen y aún así se saludan, están autoengañándose, son idiotas. La greguería afirma, no cuestiona, ni propone. Luego si sigues lo que dice...
- Dice que el ser humano es despreciable... Eso es lo que más me afecta...


Don Ignacio miraba absorto por la ventanilla del Rolls de la embajada. Recordaba el desfile de la Victoria por el paseo de la Castellana. Hacía un año de aquello que recordaba como el día más glorioso de su vida. El desfile después de ganar la Guerra. Ganarla había costado mares de sangre y la vida de muchos conocidos y amigos. Pero lo habían hecho al fin. El desfile le vino a la mente mientras el coche transitaba los Campos Elíseos. Don Ignacio vio por un momento a Napoleón escoltado por su guardia pretoriana desfilando hasta el Arco del Triunfo después de Austerlitz, después de ampliar su imperio que se expandía vertiginosamente a lomos de su extraordinario talento militar. ¿y quién no hubiera querido ser uno de ellos?, uno de sus pretores, desfilando por aquella colosal avenida con el sabor de la Victoria en los labios… Don Ignacio envidió a aquellos militares y soñó con ser francés por un momento y vivir el privilegio de desfilar allí, con el sabor a pólvora aún en la garganta, con lágrimas para aquellos que hubieran dado su sangre por la patria... Recordó a los amigos perdidos y mutilados recordó los momentos de miedo y se sintió justo vencedor por su gran sacrificio. Aquel era el premio. y los campos Elíseos el premio de los premios. Sería el sueño de cualquiera que hubiera nacido con sangre militar, como él. Aquello dejaba sencillamente en braguitas cualquier desfile en la Castellana. Cerró los ojos y oyó las salvas. Sintió como mirando al cielo cogía el fusil y apuntaba.


-¡Que me da igual que me apuntes con un fusil si con eso no haces daño a una rata!.¡No me voy a mover de aquí imbécil, a mí no me dan miedo!. Fran, ¿hay esparadrapo en el botiquín?.
-Sí, hay un montón.
-Bien, empieza a encintar las grandas de dos o en dos. Todas las que te de tiempo hasta que lleguen los alemanes, quizá estallando juntas sirvan de algo. Mingo ayúdale pero antes corre la voz entre nosotros
-¡Cipriano!, toma, esparadrapo. Encintad las grandas de dos en dos.
-Pero es esparadrapo hará falta luego para los heridos.
-A mí ahora me importan esos tanques que vi ayer, sino encontramos la manera de hacerles pupita, entonces si que va a haber heridos de cojones…
-¿Cees que dos van a ser suficiente?
- Si encintamos tres tendremos muchos menos intentos. Habrá que dar dos por buenas.




- Buenas tardes, señor Álvarez
- Por favor, señor embajador, llámame Ignacio.
-Éste es el señor Martínez. Acaba de llegar también.
-Llamanme Gustavo, es un placer conocerle. He oído hablar de usted, en las Fuerzas Aéreas goza de gran prestigio
-Yo también sé de usted… Caballería, ¿no es así?
- Gustavo es un nombre extraño.
-Cierto, señor embajador, mi padre es un germanófilo convencido, y amante de la obra del gran Bécquer…
-Ya, hay quien tiene quince años toda la vida…
-… De hecho se acaba de hacer con la casa donde murió el poeta, en la calle Claudio Coello, ahora es el domicilio familiar…
-Sí, es lo que tiene ganar una guerra, que luego nos repartimos el botín…
-Un botín ganado con sangre, señor.
-Ah ¿si?.¿Con la suya?.
-Me temo que no le entiendo. Parece no aprobarlo…
-Está bien, eso es irrelevante, estamos aquí por otros motivos.
- Será irrelevante para usted…
- Señor Álvarez, qué sabe de la aviación.
- Hay un fuerte contingente apostado en Holanda. El resto vuela desde Alemania. En principio no están teniendo problemas en las Ardenas, salvo porque el terreno no es muy propicio para dar el mejor apoyo a las divisiones mecanizadas que son las que llevan el peso. Como sabe, Las Ardenas son un inmenso bosque. Muy tupido, es difícil el contacto visual desde el aire y hace difícil concretar la posición del enemigo, aún así, como también sabe, los bosques arden lo que bien utilizado puede convertirse en un un inmenso infierno para las tropas que lo defienden…
- Pero no juegan solos, también está la aviación aliada…
- Señor, he volado con Luftwaffe, con la División Cóndor…
- Lo sé, es discípulo de García Morato, por eso está usted aquí.
-…Del GRAN García Morato, que por cierto si dejó SU PROPIA sangre, y créame: es la mejor aviación del mundo. Tecnológicamente está un paso por delante de todas.
- Aún así, tendrán que batir a la aviación inglesa y a la francesa juntas. Y eso cuesta tiempo, y recursos.
-Hasta donde yo sé, la aviación aliada aún no ha reaccionado. Está concentrada en Bélgica dando apoyo a su infantería. Después de la invasión de Holanda, los aliados esperaban el ataque a Bélgica. La opción de entrar en Francia por Las Ardenas ya le ha dado una buena ventaja a Alemania.
-Pero reaccionarán, tarde o temprano. La pregunta es si la ventaja que han perdido los Aliados será definitiva.
-No de momento, pero plantea muy buenas perspectivas. En mi opinión la clave estará en el Meuse.
-Estoy de acuerdo.
-¿El Meuse?.




-... El Meuse detrás y los alemanes delante,… Estaremos jodidos para huir, ¿verdad?. 
- Sí. Si no podemos contenerles tendríamos que correr paralelos al río sin ser vistos para alejarnos de ellos y buscar un buen sitio para cruzar a la otra orilla. Estamos jodidos, maestro
-Quiero que empiece todo cuanto antes. Quién lo hubiera dicho… En la guerra te pasas más tiempo esperando que haciendo cualquier otra cosa. Esperar...
- Y encintar granadas. Bueno, aquí es así, también puedes pasarte la mayor parte del tiempo desplazándote, pero sí, en general esperas y esperas…
- Es extraño, nunca en mi vida he cogido un arma… y ahora estoy aquí... con sesenta años...
- Recuérdelo bien, maestro, no se separe de mí. Al principio será peligroso porque no habrá humo, estaremos más expuestos, después será peligroso porque todo se va a llenar de él, y podemos perdernos. Céntrese en segurirme, y recuerde: Nos va barrer la aviación, luego los tanques. Los tanques vienen en filas. Son un ajedrez, imagínese un ajedrez. Nos colocaremos para la primera fila de tanques en el hueco entre dos. Luego muy rápido hay que buscar la diagonal hacia la izquierda que es donde va a haber otro hueco entre dos, y de nuevo la diagonal a la izquierda. Siempre hacia delante y siempre a la izquierda. Si no llega por la izquierda y tiene que salir por la derecha, vuelva a empezar, repita de nuevo el patrón, busque de nuevo a la izquierda y adelante, si no se perderá. Si lo hacemos bien saldremos en un rato de ellos y escorados por el flanco izquierdo, lo que nos coloca bien para esperar a la infantería. 
- Tengo miedo...
-Y más que va a tener. Lo peor es que cuando se nos vengan encima el miedo se dispara, todo pasa muy rápido, y si tiene problemas lo verá a cámara lenta... Pase lo que pase recuerde algo: lo que hace que sobreviva el veterano es, sobre todo, la sangre fría. Intente aislarse de todo, intente no dejarse llevar por la euforia y piense lo que va a hacer. RECUERDE: mantenga la cabeza fría y no se separe de mí, y llegaremos.  


- ¿Llegaremos al meollo del asunto, señores?
- Él le podrá contar más cosas que yo, pero básicamente, diez divisiones mecanizadas, quizá más, tendrán que cruzar el río. Un río muy caudaloso para el que habrá que construir cabezas de puente. Enfrente tendrán apostadas a las divisones aliadas que les queden en pie. El apoyo de la aviación en esos casos es fundamental porque es la única manera de barrer la otra orilla, de despejar la orilla a la que quieres llegar. Es posible que para cuando los blindados lleguen al Meuse, la aviación aliada esté en condiciones de contestar…
-¿Qué piensa usted?
-Estoy totalmente de acuerdo. El problema del Meuse es coordinar a los ingenieros para que construyan las primeras cabezas de Puente. Para poder trabajar necesitarán que les cubra la aviación y su propia artilleria. Lo lógico sería que hicieran cruzar primero a la infantería para que despejera la otra orilla y en ese momento afirmar las cabezas para que puedan pasar los blindados. Es un extrordinario esfuerzo de coordinación y de eficacia.

-Tal como lo cuenta parece bastante difícil. ¿por qué son tan optimistas?.
-Porque son muy rápidos. Han recorrido 80 Km. En dos días. Han roto la línea del frente tres veces hasta ahora y porque los franceses no esperan su modelo de Guerra. Esperan otra Primera Guerra Mundial. Si mantienen el ritmo de avance que llevan llegarán al Meuse en dos o tres días. Dudo mucho que en ese tiempo los franceses que están apostados allí puedan reorganizarse bien para contraatacar o para presentar una gran resistencia. Por otro lado, no conozco generales de division más capaces de ejecutar esa maniobra que los prusianos que están con Runstedt.
-No me creo que los franceses sean idiotas. 
-No lo son, pero no están preparados para esta Guerra.
- ¿Cómo está tan seguro?. Su presupuesto en defensa es enorme, ganaron la Primera Guerra, como usted mismo dice…
-No se trata del dinero que se gasten se trata de cómo se lo han gastado. Han invertido practicamente todo su presupuesto en la línea Maginot. Y ya ve, los Alemanes ya la han esquivado. Han penetrado justo por donde termina. Han invertido todo este tiempo desde la Primera Guerra en construir defensas más que en modernizar su tecnología y sus técnicas. En ese sentido ganar la Primera Guerra ha sido más una remora que una ventaja: El alto mando sigue anclado en los principios tácticos de Napoleón. Hay una corriente de jóvenes que están muy atentos a las novedades militares de Alemania, encabezados por un tal De Gaulle, pero nadie les hace caso dentro del Estado Mayor. Hasta hace una semana seguían fortificando posiciones en vez de hacer maniobras… Para lo que no están preparados es para la velocidad. Ni para parar a sus divisiones mecanizadas. La gran prueba de lo que digo ha sido Polonia. Alemania ha ensayado allí su nueva forma de hacer la Guerra y El Estado mayor francés no ha prestado la minima atención.
-¿Cómo sabe que no lan hecho?. ¿Cómo sabe que no juegan al despiste?
-Porque tengo mis contactos. Estuve en Marruecos con los hombres del Mariscal Pètain, en las operaciones coordinadas por España y Francia contra Abd-el-Krim.
Tengo buenos amigos dentro del Estado Mayor, muy bien informados.
-Es usted muy joven para eso…
- Estuve en el desembarco de Alhucemas recién licenciado en la academia de Toledo. Tengo treinta y cinco años, y no soy mucho más joven que usted. Y ya está bien, ¿no le parece?.



Ça suffit!. Vous ne croyez pas? 
¡Venga, hombre!, que eres un pringao... ¡y tú, si tú!, tú que tienes que decir!, cachalote, que eres un pas-pan!. Porque te voy a decir yo a tí un par de cositas...
¡Malacara, déjalo, hombre!...
¡SARGENTO Malacara!...¡Y qué pollas le voy dejar...!
¡¡Qu’est-ce que tu...!!
¡¡¡Que te calles!!! . ¡Que te meto una hostia que te va a molestar el cielo pa’ dar vueltas de campana!... ¡¡Tú!!, ¿ves lo que hay aquí?... ¡Nada!. Y no hay nada porque tu primo el hastifino de la frontera me quitó los putos galones en los Pirineos. Por eso no ves nada, no es que además tonto seas ciego. Pero en cuanto empiecen a llegar los tanques esos de ahí enfrente y tu y tu banda de oligofrénicos empeceis a notar que os da el apretón y os rileis caquita de bebé, os vais a enterar de por qué soy SARGENTO...
Malacara, déjales... 
No. Me queda una cosita más que decir...
Pero si no entienden nada. Son franceses y les hablas en español...
¡Me cago´n la leche puta, que no entienden!... Mira este la cara se le ha quedao... ¡Si, tú!, carita de "Empera`ora"... También te vas a enterar de quienes somos los ESPAÑOLES, que nos habéis tratado como a mierda durante un año, y ahora, con este par de huevos... Mira, ¿los ves?, pues con este par nos vamos a poner ahí delante y se os va a caer la puta cara de vergüenza, justo antes de que se os caigan los pantalones huyendo de los alemanes



-¿Cómo sabe lo de los alemanes?.
- Estuve una semana en Polonia con ellos. Misión secreta de colaboración entre aliados. Estuvimos una delegación de cinco españoles y diez italianos. Yo tenía especial interés en conocer personalmente a Guderian. Lo que ese hombre ha hecho con ese ejército es una de las cosas más impresionantes que se ha visto en la historia militar
Ha puesto al ejército alemán un siglo por delante del resto.
- ¿Y bien?
- Las Ardenas son difíciles para los tanques. Es un inmenso bosque, eso dificulta mucho el avance y da cierta ventaja al que defiende la posición
- Vamos, Don Gustavo, no me joda y mójese
-Si Guderian, Rommel y Kleinst cruzan el Meuse, llegarán a París. 
El embajador se dio la vuelta y dejó la vista perderse al otro lado de la ventana. Pensó que quizá los técnicos fueran más útiles de lo que creía y pensó fascinado en Alemania, en un país que había recibido una humillación histórica y de la que se había rehecho para contraatacar con más fuerza, con más atrevimiento y con más talento. Y ahora se plantaban en la frontera de Francia con verdaderas posibilidades de arrasar a su enemigo, precisamente apoyados en la técnica. Apoyados en la velocidad y el manejo de sus nuevos blindados.



Los blindados entraron fuerte, con el trapío que ya se esperaba de los modernos Panzer alemanes. Cipriano esperó asomado en la trinchera con la sangra fría del veterano a que los tanques se colocaran enfrente para ver su posición. Aguantó el chorreo de balas que venía desde arriba y controló la dirección de los disparos de cañón para no correr riesgos. Cuando los tanques estuvieron suficientemente cerca levantó al maestro para enseñarle el hueco, el hueco entre dos para salvar la primera hilera. Olía a batalla. La trinchera ya había cogido esa atmósfera densa y húmeda mezcla de pólvora, sudor frío, orines y heces,... ¡lo ves!, ya está , ya se han empezao a zurrar estos cabrones!. ¡Teneis más miedo que vergüenza, gabachos, hijos de puta!, y Malacara siguió relatando mientras no perdía de vista los tanques para colocarse también él con Mingo y Fran y adentrarse en la maraña de tanques que venían de frente. Los tanques avanzaron imparables, arreando fuego a discreción. Cipriano lanzó sus granadas en la media distancia, el resto las guardó en el macuto y se preparó para salir con el maestro de un salto. Malacara parecía un pulpo, lanzaba granadas loco de euforia barriendo de izquierda a derecha.
Cuendo los tanques abordaron la primera línea cientos de hombres salieron como un resorte de las trincheras hacia adelante buscando sus huecos y empezando las diagonales. Otros miles se quedaron, la mayoría para siempre bajo las orugas de aquellos demonios de metal. Lightowler estaba muy confuso, efectivamente todo iba muy rápido, sintió unas náuseas imparables y aguantó como pudo tras Cipriano que se movía como una lagartija entre los blindados. El humo le arrasaba la garganta y los golpes de viento lo corrían de un lado a otro como si moviera visillos blancos de manera aleatoria. En uno de esos golpes de luz vió a Malacara subido encima de un Panzer metiendo una granada por la boca del cañón. Malacara saltó al suelo y dio dos vueltas de campana que le sacaron de la trayectoria del siguiente tanque, y luego un ruido ensordecedor pareció reventarle un tímpano. A punto estuvo de irse al suelo, y recordó: adelante e izquierda y un nuevo golpe de luz le mostró un tanque que se le echaba encima de frente y no pensó más. Mingo le cogió de un brazo para incorporarle y le indicó la línea: ¡no te desorientes, allí!. Y allí vio a Cipriano de nuevo que esperaba quieto y agazapado a que el siguiente blindado se le echara encima para meter dos granadas por la tronera del piloto. Y otro ruido ensordecedor. Aquel tanque no se movió más y le sirvió al sargento Domingo y los suyos para parapeterse unos segundos de la catarata de metal que les venía encima. Desde allí dispararon los fusiles buscando las troneras de los panzer que pasaban a izquierda y derecha, y la nube de chizpazos y ruido de metales dejó al maestro al borde del colapso. Cipriano le agarró fuerte del hombro cuando ya no daba para más y se iba lentamente de allí, lejos del humo y el ruido, del miedo y la angustia. ¡Ya está maestro!, ¡Ya está!, quedan dos líneas más, solo dos líneas... Y Fran que venía por detrás se lo echó al hombro y lo sacó de allí: quédate tú con Malacara que le vas a hacer falta. Malacara aparació con el macuto de granadas.
-Vamos, ¿cuántas te quedan?
-Quince o veinte.
-Como a mí.
- Soltamos la anilla de una y la volvemos a meter en el macuto para que estalle las demás. Lo dejamos en el suelo para el tanque pase por encima...
-Y con suerte muy por encima..
- El que se vaya de nosotros dos al tanque a la derecha lo va a tener jodido para salir... por la izquierda no va a poder ser…
- Ése es el mío
-¡¡¡Joder!!!. ¡Así me gustan a mí los maricas!, ¡¡Con un par de cojones!!.

Ocho meses antes, mientras Alemania invadía Polonia aquel joven poeta, Miguel Hernández, como si hubiese sabido lo que Cipriano iba a sentir con la poesía, escribía en la calle Conde Peñalver, 53:

Desperté de ser niño
Nunca despiertes
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
Defiende la risa
Pluma por pluma


lunes, 24 de noviembre de 2008

El BARRIO DE SALAMANCA II

Adelina García Bernaldo de Quirós y Osorio era el pasmo de la calle Lagasca a la salida de misa en San Manuel y San Benito. Adelina siempre se conjuntaba en dos colores, muy atenta a los complementos y cuidando siempre el vaivén de la melena rubia que Martina, la nueva criada, le había lavado a primera hora con yema de huevo.
La salida de misa, era sin duda su momento favorito de la semana. Pasaba la ceremonia disfrutando cada minuto que la acercaba al momento, cada segundo que la empujaba hacia el pórtico de la iglesia como si el Tiempo mismo la alzara en volandas para posarla delicadamente bajo el arco, allí donde empezaba todo. 
A la salida de misa señoras, señoritas, caballeros, y apuestos jovenzuelos, escrutaban atentamente los fastos ajenos mientras mostraban los propios. Era el momento cumbre de la vida social del barrio de los Vencedores, el momento en que todos vestían sus mejores galas poniendo como excusa a Dios para medir su poderío, su estilo, su alcurnia, su refinamiento y condición. La quintaesencia del espionaje, el juicio sumarísimo de cada uno a manos del resto, el gran festín de las lenguas venenosas, mientras aún digerían el Cuerpo de Cristo.
 Pero a  Adelina esa parte no le interesaba. De hecho jamás comentaba nada negativo de nadie muy a pesar de su señora madre que era el verdadero azote del mal gusto. A Adelina le iba más la marcha de exhibir sus gracias para fascinación de muchos y aunque ella ni se enterara, envidia de muchas más. Adelina era un putti de cuerpo presente, cuerpo extraordinariamente vestido y adornado. Adelina sabía en su fuero interno que a ella Dios le había dado las mismas gracias que a las artistas del cine. Y entre sentarse, levantarse, sentarse otra vez, ahora paseo a comulgar, seguimos de pie, otra vez sentados, otra de pie, ahora toca de rodillas, ahora de pie otra vez, ahora te doy la paz,  ahora de pie, golpecitos en el pecho "por mi culpa...",  seguimos de pie, "podéis ir en paz"... Adelina se imaginaba a sí misma saliendo de la iglesia una y otra vez. Últimamente incluso había añadido algunos elementos escenográficos: Una gran escalinata. ¿A quién se le ocurre una iglesia tan soberbia como ésta sin una gran escalinata? Qué manera más tonta de desperdiciar grandes escenas en las bodas...
En su fantasía, Adelina flotaba más que bajar la escalera del templo, paladeando cada mirada que se fijaba en ella, miradas que aumentaban a medida que Adelina avanzaba graciosamente sobre los peldaños que cada vez eran menos pero más importantes y en la cara de Adelina estallaba una sonrisa incontenible siempre a media escalera (muy a su pesar porque intentaba reservarla para los tres cuartos) y cuya intensidad sin embargo no le costaba mantener arriba, rebosante como iba de realización personal, plenitud y protagonismo. A cuatro escalones del final llegaba el clímax, el momento de explotar de encanto, de rebasar las fronteras de su propia alma y de su cuerpo e inundar el barrio entero de gozo. Ese era el momento en el que concitaba la atención de todos. El momento en el que captaba la máxima atención posible  se daba a medida que perdía altura antes de hundirse suspirante en un mar de cabezas. Justo antes de diluir su deslumbrante presencia entre el gentío que se arremolinaba ya en el suelo y que la ocultaba como ocultaba su verdadera naturaleza entre tanto mortal. 
Una vez Adelina había creído oir como el gentío superado por el espectáculo de su descenso, que era más bien un descendimiento, prorrumpía en aplausos... "Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios nuestro Señor..."
Adelina era de natural soñador. Se soñaba princesa de un reino deslumbrante y soñaba a su lado un apuesto príncipe de ancha espalda y poderosos brazos que sólo tendría ojos para mirarla a ella. Que nunca antes hubiera amado a nadie y nunca más volvería a amar a otras porque él había nacido con un destino: Ella. Y había nacido con una misión: acompañarla escalera abajo por San Manuel y San Benito (seguro que su padre conseguía que construyeran una buena escalera para ella, faltaría más, el día más importante de su vida...). Y su amor, Él,  sería el consorte de la escalinata. Su complemento definitvo. Por eso cuando un chico le gustaba inmediatamente le hacía el "test de la escalera". Lo imaginaba junto a ella del brazo el domingo después de misa y sabía enseguida que ése no era su príncipe.
Al llegar a casa Adelina encontró a su padre. Recién llegado de París, venía cargado de regalos. Moda a la última. La más elegante del mundo, elegida por alguna asistente de Papá, que por cierto tenía un gusto exquisito. El fin de semana siguiente sería su puesta de largo. Y Papá, que iba a venir de París para presentarla en sociedad, había llegado una semana antes. Papá trabajaba mucho, aunque ella no entendía por qué ni por qué su padre pasaba más tiempo en Francia que en Madrid.
- Adelina, hija mía, tengo que decirte algo importante: Éste fin de semana no puede ser la puesta de largo. Nos vamos a París, todos, nos vamos el martes. No pongas esa cara, tesoro, la haremos más adelante... El mes que viene... Así nos dará tiempo a imprimir nuevas invitaciones... Además te prometo que haremos dos fiestas. Te presentaremos también en sociedad en París...

Adelina salió corriendo de la sala y cerró de un portazo:


BUM


El cañonazo despertó a Cipriano aún en la trinchera. El maestro Lightowler le zarandeaba con fuerza cuando estalló a unos ciento cincuenta metros. "¡Ya están aquí!" . Con la boca llena de tierra y un picor en los ojos insoportable salieron pitando de allí, intuyendo la dirección que llevaban los demás para no correr hacia el enemigo.
¡A los árboles!, ¡rápido!, gritó el sargento Domingo. En realidad los franceses gritaban mucho más pero entre no entender una mierda y una orden clara y precisa con los alemanes arrasando el patio, Cipriano lo tuvo muy claro. A los árboles. Según pudo entrever mientras corría, los franceses querían justo lo contrario, que siguieran en la trinchera. Si hubiera tenido tiempo habría soltado una carcajada. Tampoco hacía falta haberse comido tres años de guerra en España para saber que si se quedaban allí tenían los minutos contados. Con la que estaba cayendo. Aquellos franceses eran unos verdaderos tuercebotas.
"Lo raro es que no haya llegado todavía la aviación", le dijo al maestro que corría a su lado, justo antes de oir a los cazas que venían desde lejos ametrallando el suelo como si les molestara la hierba.
Ahora sí que están jodidos los gabachos pensó mientras apretaba la carrera y veía como el maestro hacía lo mismo.
Habían llegado allí hacía dos meses. Al final los franceses, después de dejarles muy claro que lo que querían era devolverles a España por lo que valiera, les habían ofrecido la posibilidad de salir del campo de Argéles. Habían hecho lo mismo con el resto de campos como pudieron comprobar al llegar a las Ardenas. Ahora Francia tenía problemas, problemas de cojones, y ellos eran mano de obra tan barata que casi les debió de dar la risa. Medio millón de refugiados españoles a los que se les podía emplear por una limosna cavando trincheras, construyendo polvorines, fortificaciones, y a los que por cierto, con una mierda de rancho que espantaba a los perros, se alimentaba que daba gusto. 
La suculenta oferta de los gabachos fue que ante la previsión de que Alemania se lanzara a atacarles, ellos les sacaban de los campos con tal de que se alistaran en las Compañías de Trabajadores Extranjeros. En los campos se quedaron algunos españoles que no quisieron colaborar. A Cipriano, que se le caían encima las alambradas y que estaba harto de vivir enredado en el folletín de la Chispi, se le abrió el cielo con la oferta.
Antes había rechazado alistarse en la Legión Extranjera, porque él no era un mercenario. Era una cuestión de principios. Él había estado en la Guerra de España por muchos motivos y fundamentalmente porque le había tocado estar allí. Pero sabía por qué empuñaba un arma y apretaba el gatillo todos los días y no estaba dispuesto a hacerlo como un profesional. Su guerra había tenido sentido. No era una forma de ganarse la vida. Ahora, unos meses después, reblandecido por las hostias de los carabineros, la agotadora odisea emocional de La Chispi y la extraña mezcla entre claustro y agorafobia que produce estar preso entre alambradas en una playa frente al mar, la Compañía de Trabajadores Extranjeros, aparecía como una forma de escapar pensada a su medida. Sólo firmaba su contrato por la duración de la guerra en caso de que ésta llegara, y no empuñaría armas. Por contra, seguían presos de los carabineros que los hostigaban para que trabajaran y no eran demasiado amables.
Aquella guerra además le traía sin cuidado, salvo porque odiaba a los alemanes mientras que los franceses sólo le parecían una banda de hijos de la gran puta.

- Tie´ cojones. Hay que ser de Guadalajara para dormirse en la trinchera con los alemanes a dos kilómetros.
- Yo a los alemanes me los paso por el forro de los ...
-¡¡¡Allez!!! se oyó gritar de fondo a un oficial francés que venía corriendo delante de una tropa de gabachos perdiendo el culo.
- ... Pfff, No tienen que comer pan todavía éstos para ponerse delante de los alemanes...
- Ya ves. Ahora se han enterado de que en el bosque al menos no te joden por arriba, dijo Malacara  señalando el ruido de los aviones que sobrevolaban la zona.
- Sí, y tardarán otro tanto en enterarse de que ésto es remedio provisional y que en cuanto empiece a arder el bosque lo tienen aún más jodido... replicó Fran de Colmenar.

El sistema de la Wermacht no tenía gran misterio a pesar de ser una extraordinaria innovación en las artes de la guerra. Lo habían probado durante meses a orillas del Rhin, haciendo ensayos para este glorioso momento, y lo habían puesto en práctica unos meses antes, en septiembre de 1939 conquistando Polonia. La Guerra Relámpago se basaba en un ataque salvaje articulado por un triple eje (aviación - tanques- infantería) que actuaba como un rodillo. Solían concentrar la fuerza del asalto en un punto muy localizado de la línea, rompiéndola y moviéndose por dentro del territorio enemigo en zig-zag a izquierda y derecha para coger a todo el mundo en bragas. Los tanques, que eran de otro planeta en comparación con las tartanas francesas, se ponían en marcha manteniendo una velocidad relativamente alta. Iban acompañados seguidamente por detrás por la infantería que a su lado era realmente imparable y por delante la aviación soltaba en primer lugar bombas pesadas y seguidamente los cazas batían la zona ametrallando a diestro y siniestro y bajando progresivamente la altura a medida que las sucesivas pasadas iban mermando al enemigo. Digamos que para cuando los tanques llegaban a las trincheras francesas la aviación ya los había dejado calentitos, luego los tanques los ponían mirando a la Meca y la infantería llegaba a mesa puesta a comerse el postre. Ni que decir tiene que no dejaban ni las migas.

- ¿Estamos todos?. ¡¡Pues vámonos de aquí cagando hostias!!, antes de que lleguen estos hijos de puta. Dijo el sargento Domingo, que a falta de oficiales franceses, "pa´chulo él y pa´puta su novia"
Y sin más, el batallón español, el batallón de trabajadores, de ésos que aquí no eran militares, salió corriendo agrupado y manteniendo la formación  entre los árboles mientras los franceses que habían ganado toda una Primera Guerra Mundial, iniciaban una desbandada atropellada y sin control en cuanto los tanques alemanes arrasaban la primera línea.

jueves, 13 de noviembre de 2008

EL BARRIO DE SALAMANCA

El barrio de Salamanca estaba tranquilo esa noche. Soplaba la tramontana y nadie se atrevía a andar por fuera de los barracones salvo para algún desplazamiento relámpago. La tramontana siempre daba un aire inquietante al campo, un suspense atmosférico húmedo, frío y denso. Una vez caído el sol aquella playa era tan desapacible que nadie que rondara iba de paseo.

En el número 51 los brigadistas tenían una reunión para hablar de movilizarse. Increíble espíritu el de aquella gente, pensó Cipriano, aún jadeante, mientras apoyaba la cabeza despeinada en la almohada. Venían de dejarse las pelotas en una guerra a miles de kilómetros de sus casas. Muchos se dejaron bastante más que las pelotas, y su contribución final fue especialmente notable. Ellos fueron quienes cubrieron la retirada de los civiles desde Barcelona a la frontera. Otro sacrificio de vidas por una recompensa mínima. Tiempo para que los civiles pudieran ponerse a salvo. Llevaban un año confinados en aquel campo de refugiados tratados aún peor que los demás y ahora querían unirse en una protesta para que sus raciones de comida fueran iguales que las del resto de exiliados republicanos. Querían poder salir los domingos y ser considerados militares para participar en lo que parecía que iba a ser una guerra inminenete entre Alemania y Francia. En el 51 en ese momento no había consenso. No habían conseguido nada en un año y  tenía muy mala pinta. Respecto a la futura guerra, algunos desconfiaban de que fuera verdad. Tenían razón en que la rumorología en el campo intoxicaba todos los días la información con estrambóticas historias que se propagaban y crecían de ida y vuelta hasta el punto de que nadie con cabeza se creía nada que no pudiera contrastar por dos o tres vías.  Algunos de los que creían la noticia estaban en contra de involucrarse alegando que el trato que los franceses les habían dado demostraba que ellos y los nazis “eran la misma mierda”. Otros apelaban al eterno ideal antifascista y  casi todos estaban muy cansados de oir hablar de guerras y penurias pero la situación de confinamiento les aguijoneaba para seguir adelante como siempre habían hecho, a base de sacrificio y compromiso.

Cipriano encendió un cigarro. Su barracón, mayoritariamente de brigadistas, había quedado vacío con motivo de la reunión. De entre los pocos españoles que allí malvivían, los comunistas jugaban a las cartas en el 47 y los restantes, algunos anarquistas, se habían reunido en el 52. Momentos como éste eran los pocos de los que Cipriano disponía para “entenderse” con el sargento Domingo. Un tipo de pocas luces y gran mostacho, bebedor y poco rígido de principios.

El día habia sido gris, como casi todos, y eso que la función de teatro que preparaba con el grupo del maestro Miguel Centeno había durado hoy una hora más de lo habitual, y ese sin duda alguna era el momento estelar del día.

Los talleres de poesía, con el maestro Lightowler, le amargaban el alma. Lightowler volvía una y otra vez sobre Machado, Unamuno, Baroja,… Los jóvenes Gerardo Diego, Lorca, Alberti, Salinas… y sin embargo sus versos se le grapaban a la cabeza durante todo el día. 

Machado, genial e insoportablemente melancólico para él, hacía de recordatorio permanente del funeral de una España que ellos no habían podido salvar y cuyas costas pagaban en un campo de internamiento en el sur de Francia. Maltratados por el ejército francés, despreciados por la prensa de extrema derecha, al libre abuso de unos carabineros que en el mejor de los casos les trataban como a un número y ante la indiferencia absoluta de la ONU, aquellos republicanos españoles sobrevivían a las cárceles de arena, único pedazo de tierra en el mundo para ellos que ahora eran legalmente apátridas, a base de insistir en la filosofía pedagógica y pedagogista republicana. A base de formarse, de aprender a leer los unos, a aumentar su conocimiento los otros. “Ser cultos para ser libres” rezaba uno de los lemas de la Revolución Cubana del 59. Algo que resumía perfectamenete lo que los españoles habían intentado hacer en los campos de refugiados. Resumía el espíritu de un exilio que, independientemente del nivel cultural de cada uno, asumía la necesidad de aprender no sólo como una forma de crecimiento sino como una necesidad para ejercer ese gobierno de mayorías ilustradas llamado democracia.

Al menos los maestros, los que no habían embarcado para América, y de esos quedaban cada vez menos, se habían tomado en serio su labor de docentes y habían organizado clases de todo aquello que pudieron ofrecer. De lo que sí se puede dar fe, es que del campo de Argèles Sur Mer, en el que Cipriano mataba las horas, no salió ni un solo exiliado sin haber aprendido a leer.

Cipriano se daba con un canto en los dientes por no estar en las clases de aprendizaje a la lectura porque lo hacían a base de las putas fábulas de Samaniego y su inconfundible tufo reaccionario.

“Margarita, lloras zumo de limón”, resonó una vez más en su cabeza mientras veía al sargento Domingo ponerse los pantalones para volver a  su barracón. Había sido un buen polvo. Tiró el cigarro. Y Lorca, que sólo era una centésima más alegre que Machado para él seguía prendido al vaivén de sus elucubraciones apareciendo de manera recurrente.

“Margarita”. Cómo se puede hacer un retrato de todo un pueblo en una sola palabra. Frágil frente al mundo, pequeña en un campo inmenso que la hace anónima, humilde por definición. Sin alardes ni efectismos es bella precisamente en su sencillez, en su rotunda e incontestable simpleza. Pensó que quizá el poeta hubiese sido capaz de ver el futuro y de verles a ellos azotados por la tramontana y la derrota en aquellas playas, en aquellas escuelas improvisadas en barracones que habían hecho con sus propias manos, leyendo en voz alta su obra con el traqueteo silábico de aquellos que aún no saben leer bien. Pensó que aquello sólo podía haber sido escrito para ellos, justo antes de darse cuenta de que no eran los primeros ni los únicos en la historia que cabrían en esa metáfora y que aquel concepto del que tanto hablaba el maestro Lightowler, la universalidad, quizá se refiriera precisamente a eso. Tendré que preguntarle mañana.

 El sargento Domingo había salido sin despedirse, o eso creía. Seguramente estaría ya cruzando bajo la alambrada hacia su barracón, o quizá en vez de su barracón se fuera al Barrio Chino. A tomar una copa de ese aguardiente asqueroso que ponía el cabrón del Luisfer. Al fin y al cabo el exilio era representativo de todos los estamentos de la sociedad española. Qué carajo, pensó, por eso es una margarita que decía el gran Federico. En aquel campo no había sólo maestros, catedráticos, médicos, algún ingeniero y un montón de obreros concienciados y gente de campo voluntariosa. Eso sería una rosa roja, o bueno, quizá esta metáfora es partidista, sería un lirio. También había ladrones, putas, chulos, estafadores, incluso afamados carteristas. El Luisfer era uno de ellos. Lo que tenía más cojones era el hecho de que todos fueran a clases de algo, pero lo cierto es que todos aquellos seres humanos que habían salido en desbandada del auténtico Barrio Chino de Barcelona una vez que llegaron a Argéles y se hicieron a la vida en una playa, empezaron a ganársela de nuevo de la forma que mejor conocían. No les fue especialmente difícil meter en el ajo a los carabineros, que muy gustosos se prestaban al contrabando con aquellos avispados españoles, y que una vez agrupados en barracones colindantes empezaron a hacer funcionar sus modestos negocios dándole a la zona el nombre del Barrio Chino. Los carabineros cobraban buenas comisiones por hacer la vista gorda a los intercambios entre los franceses del pueblo y la gente del barrio. Eso cuando no participaban alegremente en el negocio, lo que redondeaba de una manera muy generosa sus salarios. Los franceses suministraban alcohol y objetos de todo tipo para el contrabando entre españoles. Un artículo muy preciado era el papel. Papel, sellos, sobres… Aunque cueste pensarlo,  la correspondencia era un bien de primera necesidad para los refugiados. Compraban joyas, objetos de cualquier tipo imaginable de los que los españoles se fueran deshaciendo y por qué no, echaban algún casquete barato. Así empezaron a rondar los francos por el campo, y a la chita callando acabó siendo moneda de uso común en el Barrio Chino. Desde luego, eran gente emprendedora.

Cipriano echaba de menos a La Chispi. No sabía muy bien por qué siempre establecía lazos afectivos muy intensos con mujeres de vida alegre. La Chispi, por suspuesto vivía y trabajaba en el Barrio Chino. Le había propuesto que fuera su chulo. ¡Dios mío!, Chispi, cómo voy a ser yo chulo de nadie… ni siquiera veo bien la prostitución… una cosa es la guerra… pero yo no veo bien que ni tú ni nadie tengáis que hacer ésto para vivir …! .

 “Zumo de limón”, que extraordinaria riqueza de sensaciones. El zumo de limón es un gran refrescante en verano,… Bien frío…  Pero el maestro Lightowler nunca se quedaría ahí… 

 La Chispi y Cipriano se conocieron en Los Pirineos. Cipriano intentó ayudarla a sacar un carri-coche donde llevaba sus enseres de una zanja. Cipriano se tomó todas las molestias imaginables después de haberla visto llorar impotente sentada sobre la hierba y decidida a dejar atrás sus últimas pertenencias. Cipriano tardó unos veinte minutos en sacarlo  y otro tanto en reparar las ruedas. Perdió el paso de la compañía con la orden de reencontrarse en la cima con el resto de su batallón. Y La Chispi, que siempre fue mujer castiza vulnerable a la galantería, le tiró la pestaña a Cipriano y ahí empezó el drama. Cipriano nunca reenganchó con la división. Mejor para él. A los de la 26 los mandaron mayoritariamente a Le Vernet, un campo mucho peor que Argéles, donde los franceses empezaron a poner en práctica un sistema que anticipaba el de los campos de concentración nazis. Férrea disciplina, régimen militarizado y castigos al límite de la tortura.

 …Es una bebida típica de niños…

 Gracias a la Chispi, Cipriano no cruzó la frontera ni por el mismo sitio ni en el mismo momento que el resto de la 26. Al ir acompañando a una miujer, los militares senegaleses que custodiaban la frontera franco-española, triste juego de palabras: España ya era de Franco, les llevaron a Argéles. Nunca fueron novios. No tenía sentido. Realmente establecieron una profunda relación afectiva más parecida a la de dos primos que otra cosa. Y ya sabemos que las relaciones de Cipriano con sus primas eran muy intensas, sin embargo, nada tenían que ver con un enamoramiento canónico.

 Y sin una pizca de azúcar es de una acidez insoportable. Y el ácido es mucho peor que el sabor amargo. Es mucho más agresivo. Se te retuerce la cara al beberlo. El maestro Lightowler sí que entendía bien los secretos ocultos de la poesía. ¿ Y si él empezaba ahora a entenderlos?

 Cipriano fue amigo, amante y protector. Ella trataba con naturalidad sus escarceos bisexuales. Compartían confidencias. La vida era cojonuda junto a La Chispi.

 ¿Y en los ojos?. Debe ser horrible que te caiga en los ojos. Llorar zumo de limón es una ocurrencia salvaje… Un escozor, más que un dolor, y a la vez se esconde algo entrañable en el espíritu del verso. Es como si hubiese sido escrito con un inmenso cariño: “Margarita, lloras zumo de limón”. Sí, Lightowler también podría haberlo entendido así. Se lo comentaré mañana. Sí, es como si lo hubiesen escrito para nosotros, para los exiliados.

 Pero empezaron los negocios y a correr “la pela” y la Chispi que además de aseadita era muy trabajadora, “no sabía hacer otra cosa”… Ahora su chulo era Cándido “el Tobillos”, un animal de bellota con el que Cipriano se había peleado dos veces antes de que le encerraran allí: en el Barrio de Salamanca, bendita mala hostia española, que era el “barrio”  en el que se encerraba a los que la República Francesa tenía por los más peligrosos refugiados, a saber, brigadistas, cargos comunistas y responsables anarquistas. De vez en cuando caía por allí algún alborotador, como en este caso Cipriano, que tenía la incómoda manía de partirle la cara a un  chulo que tenía buen negocio con dos carabineros. Y La Chispi, a medio camino entre “vivir como sabía” y recibir alguna paliza y algún abuso desmedido rayando en la violación también lloraba zumo de limón. 

domingo, 26 de octubre de 2008

El TÍO AURELIO (III)

-Buenas Tardes.
-Mi coronel.
-Dicen de usted que es un buen soldado.
- (Silencio) ...¿Y qué más dicen?
-¿Cómo?
- Usted no me ha llamado aquí para decirme que hago bien mi trabajo...
- Ya,.. También dicen de usted que es socialista...
- Soy republicano.
- ... ¿Es al menos Largo Caballerista?
- Soy Republicano.
- Republicano... ¿Me está tocando los cojones?. Porque si es lo que intenta va por buen camino.
- Si lo que quiere saber es si puede confiar en mí aunque no sea comunista como usted, ya sabe que sí. Que soy leal a la bandera esa que hay ahí fuera, mande usted, o La Dolores de Calatayud. Así que por favor, continúe si decide confiar en mí y si no, déjeme volver con los míos.
-(Silencio)... Está claro que es usted un tocapelotas... (Nuevo silencio) ... Vamos a crear un frente de retaguardia diferente. Grupos guerrilleros que embosquen el avance del enemigo tras nuestros pasos. Escaramuzas, golpes al otro lado incluso, lo que sea. Necesitamos más tiempo para retirarnos. Ya hay tres columnas en marcha, necesitamos otra.
-... Y sabe que yo tengo experiencia.
- Según me han dicho no se le daba mal en Asturias.
- Quiero a mis hombres. Elegiré al resto de entre sus tropas, elegiré las armas personalmente y dispondremos de la dinamita que haga falta. Además necesitaremos un cuerpo de logística para enlazar por lo menos cada dos días. Olvídese del resto de mandos, responderé ante usted solamente y además tendré la posibilidad de elegir objetivos, y cúando y cómo lo haremos...
- ¡¿Quién coño se ha creído que es?!. ¡Un socialista de mierda!...¿Poniendo condiciones?. ¿Saltarse la cadena de mando?. ¡Usted está aquí para cumplir órdenes! No sé por qué coño no le mando "pasear"...
-Porque no puede permitirse ese lujo. 
-¡¡¿Cómo dice?!!
-Los moros son duros y fuertes y avanzan más rápido que nosotros. Si hay alguien inteligente por encima de usted, querrá que salgamos al otro lado del Ebro cuanto antes y salvemos el máximo posible del ejército para la defensa de Cataluña. Y además querrá que pongamos pronto a salvo la poca artillería que no hemos quemado todavía y si seguimos como hasta ahora al Ebro no llegan ni las tuercas. ¡ Y además usted sabe de sobra lo que me está pidiendo!. Me está pidiendo que me meta en la boca del lobo, sacrifique a hombres valiosos en una tarea en la que no se hacen prisioneros y que nadie les va a reconocer nunca a los que vivan si los hay. ¡Son mis pelotas y las de los míos las que están en juego ¿sabe?!. ¡¡Esas pelotas que van a salvar las suyas. Y si me las voy a jugar quiero decidir cómo, con quién y cuándo!!. Y no se olvide de que no soy un quinto al que tenga que acojonar para enseñarle disciplina. Y ahora me voy yo solo "de paseo" y mándeme a buscar si acepta todas las condiciones. Si no, búsquese otras pelotas. ¡Suerte!. 
Y así fue como el tío Aurelio volvió a ser Comandante. Lo cierto es que tenía razón. Nos jugamos las pelotas con tanta frecuencia que llegó un momento que casi perdimos la noción de peligro. Muchos murieron. Caían a diario, los nuevos sobre todo, los veteranos de Aurelio fueron goteando, y cada uno que caía complicaba extraordinariamente las misiones siguientes. No es ningún secreto que la experiencia es un grado y aquellos tipos curtidos como lobos en la montaña eran insustituibles.  Tagüeña acabó plegándose ante los éxitos de nuestra columna aunque nunca bajó la guardia ante mi tío. Ninguno era santo de la devoción del otro. En cualquier caso nuestros éxitos, colosales a veces, eran efímeros en el conjunto de la guerra. Ellos eran muchos, profesionales y rápidos y enseguida se reponían. Atacamos las comunicaciones, volamos tramos de carretera, si pasaba un convoy de logística por encima doble puntuación, si el convoy era de artillería, triple. Preparábamos emboscadas en los pasos estrechos, cazábamos a sus patrullas de exploración, emboscábamos a las avanzadillas, informábamos de sus avances y de lo que traían por detrás. Operamos muchas veces detrás de la línea enemiga, e incluso una vez llegamos a estar tras la línea seis días. La operación fue un gran éxito. Tagüeña nos llegó a dar por perdidos, y cuando por fin aparecimos estuvo a punto de abrazar a mi tío. Pero mi tío no tuvo fuerza ni para reirse de él. Acabábamos de perder a la mitad de la columna. Cinco veteranos cayeron en esa maniobra. Lahoz era uno de ellos. Cinco tipos que habían compartido media vida y toda la guerra con él. Cinco excelentes guerrilleros y amigos y a estas alturas lo más parecido a una familia. Con ellos cayeron diez muchachos de no más de veinte años. Todos sacrificados por unas migajas de tiempo... 
Tiempo para salvar cañones que no iban a salvar a Cataluña.
Nosti cayó dos semanas después. Cayó quedándose con otros diez a cerrar la huída de los demás. Nos sorprendieron por detrás cuando cruzábamos la línea de vuelta. Fue un acto reflejo. Cogió a su grupo y  se cerró entre unas peñas a disparar como si el mundo se estuviera acabando. Era una decisión suicida, un batallón entero de Regulares se les echó encima y los despedazaron en segundos. Habían vaciado todos sus cargadores. Los diez minutos que ganó nos salvaron la vida a los demás. Tinín cayó con ellos. Tinín que había sido mi gran protector dentro de la columna, mi sombra, mi guardaespaldas. Recuerdo perfectamente a Tinín saltar con el machete en la mano derecha sobre el grupo de Regulares que llegó a su posición. Entre aquellas peñas, expió por fin su culpa. Esa imagen de Tinín me ha acompañado siempre. La de un hombre marcado por la culpa. Mierda de guerra que marca a hierro a un hombre cuyo único delito es haber sido débil... 
Mi tío estaba cada vez peor. Esquelético, siempre serio. Había envejecido lo indecible en el mes y medio que estuvimos sobre el filo de la navaja. Ya nunca le oía reir, y de vez en cuando sus ojos revelaban un cansancio que iba más allá de las penalidades de la guerra. "Me siento viejo, zagal, viejo y agotado. No te hacen viejo los años. Lo que te hace viejo es ir viendo como tu mundo desaparece y pasa a ser de otros, y el mundo al que yo pertenezco se va, porque se han muerto casi todos... Viejo con treinta y cinco años...".
De aquellos casi cuarenta asturianos con los que llegué a Aragón quedaban cinco incluyendo a mi tío la noche del día 16 de Noviembre. La noche que tocaba cruzar el río por el último puente en pie sobre el Ebro. 
El último puente, fue el puente de hierro de Flix, a esas horas cargado ya con dinamita como para volar hasta la luna. Una vez hubo cruzado el último convoy, la brigada empezó a cruzar ordenadamente. Las órdenes de Tagüeña eran muy claras, volar el puente ante el mínimo contratiempo. Y por supuesto, lo hubo. Los últimos hombres en retirarnos recibimos una despedida muy cordial de los franco tiradores moros de Vigón. Mi tío Aurelio cayó cuando intentábamos organizarnos para asegurar el paso de nuestros compañeros. Intenté sacarlo de allí, pero la confusión era enorme. En plena noche, y sin saber de donde venía el fuego enemigo, decenas de soldados corrían desbocados  hacia el puente. Me arroyaron varias veces antes de poder llegar a él. A duras penas lo levanté, e intenté arrastrarlo, pero mi tío me paró. Me tiró con él al suelo y me dijo: "No seas tonto zagal, aquí no hay tiempo para sacar heridos, yo ya tengo billete. Cruza el río más abajo y olvídate del puente si no quieres volar con él". Me quitó la pistola y comprobó que tenía munición. Se quitó lentamente la boina y me la dió con un apretón en la mano. Y palabras con olor a anís:"Esto es una orden, de militar y de tío: Cruza el río, ve hacia el Norte, busca la manera de cruzar los Pirineos y ve a Francia. Aquí está todo perdido y tú eres muy joven. Y ahora vete de aquí a toda hostia y déjame morir tranquilo". No me atreví a decir nada. No me atreví a pensar nada. Mientras oía como cargaba la pistola me dí la vuelta y corrí sin más, sin saber muy bien hacia dónde. Noté las lágrimas arroyándome a borbotones por la cara y corrí sin mirar atrás cuando el puente voló por los aires. Una vez más, el tío Aurelio me había salvado la vida.

Caí entre el barro de la orilla unos seiscientos metros al sur del puente y lloré sin remilgos. Sin ser consciente del mundo ni de estar en terreno ya enemigo. Odié a Dios y a la guerra y a mis padres por engendrarme y a mi tío Aurelio por dejarme tirado...  No se cuánto tiempo estuve en trance. Finalmente desperté por instinto de conservación: hay que cruzar el río y tengo un problema serio. No sé nadar.

sábado, 18 de octubre de 2008

EL TÍO AURELIO (II)


La vida en la guerrilla no es nada fácil. Normalmente el guerrillero se pasa el día caminando. El objeto más preciado por un guerrillero siempre son sus botas. Más incluso que su arma. La vida está especialmente organizada para poder funcionar con la máxima flexibilidad posible. El reparto de tareas y la definición de las mismas es muy estricto. Se vive en un permanente estado de alerta. Parece mentira pero los sentidos se amplifican al cabo de poco tiempo. Sobre todo la vista y el oído. Cada crujido de una rama puede ser un campesino que nadie sabe si es cómplice o no, o una patrulla de la Guardia Civil puesta sobre aviso por alguien que no fue advertido, o un jabalí o un corzo que dé de comer al grupo. El tema de la alimentación es especialmente puñetero, sobre todo si como nosotros que éramos desconocidos de paso no tienes con quien "enlazar". Los enlaces, o la gente del llano siempre han sido necesarios en las guerrillas. Suministran parte del alimento, ropa, medicinas, y fundamentalmente información. "La guerrilla no es nada sin la gente del llano, es un grupo patético de hombres esperando a ser cazados como las alimañas..." me decía Aurelio. "A ninguno nos queda nadie que nos ancle a nuestra tierra. Los que tenían familia con vida se quedaron. Los que no, no teníamos ya nada que hacer allí, salvo esperar. Algunos sabemos que consiguieron llegar a Francia. Otros se fueron por León intentando llegar a Portugal. Nosotros decidimos intentar llegar a Aragón. Es una opción muy arriesgada pero confiamos en que hay mucha sierra hasta allí y además nadie nos espera. El País Vasco y Cantabria cayeron hace ya mucho y en el sur de la cordillera ya no hay guerrilla. Así que nadie nos espera en esa zona y si nos ven y hay problemas será con Guardias que no conocen nuestra forma de lucha, no habrá contrapartidas. Se mearán en los pantalones antes de plantarnos cara y lo más seguro es que prefieran hacer la vista gorda y si te he visto no me acuerdo. Lo siento, hijo, es lo único que puedo ofrecerte". 
Aurelio tenía su columna dividida por funciones. Algunas rotaban y otras no. Tres hombres iban por delante de la marcha, explorando el terrirorio. Siempre por las crestas y caminando suficientemente lejos para no ser un grupo y suficientemente cerca como para que tuvieran contacto visual o auditivo entre ellos. Peinaban el máximo posible de terreno y buscaban las rutas y los pasos más seguros. Localizaban también agua y abrigos de roca que pudieran servir para guarecerse durante la noche. Cada hora uno de ellos enlazaba con la columna, que marchaba detrás e informaba si había algo relevante y si no hacía "el canto del buho" hasta que había respuesta. "El canto del buho" es un una especie de silbido que se hace soplando entre las dos manos enlazadas con fuerza y cuyo sonido característico, la modulación, se hace moviendo los dedos de la mano que queda más atrás. 
A veces enviaba pequeñas patrullas con mucha más antelación: un día o dos, sobre todo si el terreno se complicaba y no había bosque o la montaña no era muy alta. Otros dos grupos de cuatro hombres exploraban la zona en busca de alimento. A menudo iban cuatro para poder dividirse en parejas y establecer sus propios puntos de reunión. Ésta era una tarea arriesgada y constante. Salvo cuando marchábamos a paso muy ligero siempre había alguien buscando víveres. Fundamentalmente se buscaba fruta salvaje o algún golpe fácil en alguna granja de hortalizas y gallinas. Se evitaba todo contacto con campesinos de la zona. La caza estaba restringida a cualquier cosa que supusiera disparar un fusil de manera libre (lagartos, ranas, truchas...) Y sólo con permiso especial previa asamblea y en zonas muy despobladas se permitía la caza mayor. Los disparos se oyen a muchos metros a la redonda y el primer objetivo de la guerrilla siempre es pasar inadvertido.  Otros tres tipos caminan en la retaguardia a unos veinte minutos de diferencia y uno de ellos enlaza con la columna cada hora e informa. El resto, unos veinte, caminan en la columna generalmente desplegando parejas en los flancos que actúan de vigías.
A veces se organizan patrullas especiales. Como fue el caso de Oña. Si alguien tiene información segura de una casa en algún pueblo con la que se pueda enlazar se forma una patrulla pequeña para llegar hasta el pueblo y contactar con el enlace. A decir verdad eso sólo pasó tres veces y una acabó conmigo en la columna. En caso de peligro o de sufrir un ataque lo más normal era que la columna se partiera en tres unidades cada una con su propio mando y todas bajo uno y que actuaran concatenedas dando una especial flexibilidad y movilidad a los grupos. Por eso había dos lugartenientes: Lahoz y Nosti. Cuando la columna se partía cada uno de ellos se hacía cargo de las dos subdivisiones. La tercera, lógicamente la mandaba Aurelio.

Aurelio ordenó desde el principio que yo rotara en todas las tareas. Siempre en los puestos más duros. Si iba en vanguardia, siempre enlazaba yo con la columna. Si iba en la retaguardia, siempre enlazaba yo, si iba en un flanco también. Si andaba a por comida yo cargaba con las viandas. Si había que cavar una galería para dormir, yo cavaba aunque hubiera desempeñado un puesto durante la marcha que concediera exención de tal tarea (normalmente los que traen la comida). Dormíamos entre tres y cinco horas diarias, el resto, caminábamos y caminábamos.
Lo cierto es que informando aprendía a observar. "¿Qué has visto?, ¿y no has visto ésto ?, ¿y esa carretera hacia dónde va?. ¿Y no hay carteles?. ¿Y hay agua?. ¿Y alguna casa cerca?. ¿Humo en la chimenea?. ¿Ganado?, ¿Perros alrededor?, ¿En qué dirección iba el viento?. ¿No se te ocurrió que los perros huelen?. ¿Y el dueño?...  Pues vuelve y entérate y date prisa que tienes que llegar hasta nosotros antes de que anochezca. No voy a mandar a nadie a por tí ... y así semanas. 
Durante el día Aurelio me trataba con dureza. Me miraba siempre examinando y no había "cuartelillo". Siempre severo, no había palmadas en la espalda, aunque es cierto que nunca fue cruel ni arbitrario ni abusó de su posición. En rigor, Aurelio siempre fue justo. Siempre sabías a que te atenías con él y era áspero pero ecuánime. Nunca le ví levantar la voz a nadie, ni faltar al respeto y si alguien cometía un error lo asumía como propio y se centraba en buscar una solución en lugar de recrearse en castigar al culpable. Un ejemplo claro fue el de Tinín la noche que enlazaron en Oña. Abandonó su puesto de guardia por las turgentes carnes de La Conchi. Su irresponsabilidad no sólo dejó desprotegida a la patrulla que estaba enlazando en mi casa sino que motivó la alerta que desbarató el plan, acabó con mis dos padres muertos y conmigo enmarañado en una guerra de la que hasta el momento me había escapado bien. 
Aquella noche, cuando llegamos al punto de reunión con los demás, yo tiritaba muerto de frío, aún mojado como estaba a pesar de la hora y media que llevábamos caminando por el monte. La corriente del río nos arrastró fuera del pueblo y una vez en lugar seguro, salimos del agua y comenzamos a caminar. Aurelio sólo tuvo palabras amables y tranquilizadoras durante el trayecto y sin embargo cuando llegamos a la luz del fuego junto a los demás pude ver en su cara pálida un frío que iba más allá de la humedad del río y de la noche. Nosti informó de que todo estaba tranquilo, y que tenía a cuatro hombres controlando la salida del pueblo hacia donde estaban acampados vigilando si los guardias se movilizaban o no. Lahoz dio el parte de cómo habían llegado todos al punto sanos y salvos y de los guardias que habían caído. Luego informó con cautela del incidente de Tinín. Aurelio le clavó una mirada que no olvidaré. Sacó la pistola y la tiró al suelo. Luego el machete que siguió sus pasos. Siempre he pensado que lo hizo para evitar tentaciones. Se fue hacia él y le dio dos hostias que se oyeron en toda la comarca. Tinín cayó al suelo de rodillas con la segunda. ¡¡Mi hermana está muerta!!, ¡¡Y su marido!!, ¡Y ése, so  hijo de puta, ése, es su hijo!. Tinín no hizo nada. No se defendió de una tercer puñetazo que de sobra vio venir. Lo siento... dijo con voz entrecortada. Nadie hizo nada, toda la columna le miraba con dureza. Mi tío le cogió del pelo y le hizo mirarme. No, a mí no me lo digas, ¡Díselo a él!. Tinín empezó a llorar y se derrumbó con apenas verme. Abrazado a las piernas de Aurelio, Tinín pidió perdón como un niño sabe Dios cuántas veces... Tras un largo silencio, mi tío bajó la cabeza a su altura y con voz templada le dijo: "Ahora ya está hecho, Tinín. Sólo te pido que nunca olvides que ese zagal está aquí por tí. No olvides que estás en deuda con él hasta el día en que te mueras y que le cuides como lo voy a hacer yo". Y dio media vuelta y se fue caminando entre el resto de sus hombres que miraban a Tinín sin decir nada. 
"Si soy yo, te corto las pelotas"  dijo Nosti rompiendo el silencio. Dos de ellos se acercaron a mí cariñosamente y me dieron ropa seca. El resto, con la cara larga, se fue retirando poco a poco. Finalmente la patrulla no pudo conseguir comida, los Guardias ya sabían que ellos andaban por allí, y en el fondo la mayoría de ellos que lamentaban lo ocurrido entendían bien la debilidad que lleva un hombre a la locura de faltar al deber en aquellas circunstancias.
Aurelio jamás volvió a referirse a ello. Nunca trató a Tinín con rencor ni peor que a ninguno.
Realmente era muy apreciado por la columna y confiaban en él a ciegas porque nunca ordenaba nada que no estuviera dispuesto a hacer él mismo. Si algo entrañaba peligro él siempre estaba allí el primero. Lahoz y Nosti seguían esta misma política a rajatabla. Una vez Nosti me dijo: "Yo no respetaría jamás a un fulano que me dice lo que tengo que hacer y veo mientras tanto como se va meando en los pantalones. Y tampoco respetaría a un fulano al que le doy una orden y no examina si yo tengo los mismos cojones de cumplirla. Otra cosa son las debilidades humanas, que las entiendo bien. El problema es que ésto es una puta guerra y no hay sitio para ellas. Como decíamos nosotros: Nosti es un "caliente".
 Él, Lahoz y mi tío llevaban dos años en guerra y se conocían de antes. Lahoz había hecho con él la mili en Ávila y era de la UGT. Gracias a él acabó mi tío en Asturias en vez del país vasco que era donde normalmente acababan los emigrantes de mi pueblo. Era mucho más tranquilo que Nosti. Lahoz era un tipo rápido de cabeza. Muy vacilón, pero en el fondo un buenazo. Una vez que te había cogido cariño, era incapaz de verte sufrir. Le afectó especialmente el suceso de Tinín y a menudo discutía con Nosti que seguía queriendo cortarle las pelotas aunque mi tío ya le hubiera perdonado. A Lahoz aquellos temas le dolían. Le dolía la guerra como a todos. Le dolía el sufrimiento gratuito como a todos, pero le dolía más que a nadie la falta de compasión del mundo frente al error humano. La fragilidad humana, algo necesario en su condición, castigada sin contemplaciones. Y más que eso aún el hecho de que otros seres humanos fueran incapaces de comprenderlo.
Con el tiempo llegué a intuir hasta qué punto había transformado la guerra a mi tío. Era la responsabilidad lo que se posaba sobre sus hombros y secaba su carácter de aquella manera. Durante el día era un tipo y sin embargo cuando caía la noche y el ritmo vital de la columna se serenaba era otro: se relajaba y me mostraba una cara más humana. Se interesaba por mi vida e inquietudes. Me hablaba de mi madre y de mis abuelos, de cómo conoció a mi padre y se casaron. De su mujer asesinada junto a su hija de tres años... Aurelio era un hombre endurecido por la pesada carga que le había impuesto la vida, pero bajo esa losa, había un hombre sensible sin tendencia a la violencia. Un hombre sensato, apacible y afectivo que hubiera deseado una vida tranquila ejerciendo la docencia en alguna aldea de Asturias. A veces le podían las  lágrimas y no se molestaba en ocultarlas porque decía que era lo mínimo que les debía a todos aquellos seres queridos sepultados ya bajo aquella guerra. Yo era ya su única familia, y me lo hizo sentir siempre así, pero sólo en horas de relajo. Durante el día yo era un miembro más de la columna. Sin privilegios, favoritismos... Actuó conmigo en coherencia con su forma de ser. El hombre endurecido por la guerra, esforzado, profesional, preocupado, serio, conciso como un cirujano mientras el peligro acechaba y estábamos en marcha y el hombre cálido, necesitado de contacto, afectivo y agradable que realmente había sido salía a alimentarse durante la noche como un vampiro cuando descansaba de alguna manera, de la tensión del superviviente.
Siempre me hizo sentirme orgulloso de ser su sobrino. A pesar del desconcierto, supo ganarse mi admiración, y a los dos días yo ya le adoraba. Yo comprendía que la guerrilla era ahora mi forma de supervivencia. Tenía que adaptar mi cuerpo y mi mente a aquella vida. Además la tensión contínua me ayudaba a no pensar demasiado en la muerte de mis padres. Supongo que como a todos aquellos hombres las condiciones de supervivencia les imponía una exigencia que les impedía mirar atrás demasiado, les empujaba lo suficiente como para no ver cara a cara sus propias tragedias.